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Newell's y Ortega todavía se están conociendo

Fallaron los que generan fútbol en el local y también faltó una referencia clara en el área. En frente, el oficio de Banfield terminó por complicarlo todo. El empate fue justo.
Era la tarde del regreso. De Ortega y de su magia. Un momento que el fútbol argentino, esa masa uniforme compuesta por fanáticos incondicionales y detractores empedernidos, aguardaron durante 19 meses. Su figura pequeña, pero capaz de aportarle mil engaños al juego —de esos que no abundan—, lograron eclipsar al resto. Se montó un escenario y una fiesta. Y el partido, claro, quedó en un segundo plano. Por su magnetismo, es cierto. Pero también por el aporte del resto, que apenas si le ofrecieron un poco de empeño a la tarde.

Fallaron los encargados de generar juego. No les fue bien a Marino y a Capria, en Newell's. Ausente José Luis Sánchez, en Banfield se vistió de conductor Bilos. Desde su posición de volante por izquierda, fue el único que se desentendió de la marca. Y lo del grandote, se sabe, no pasa por la prolijidad y la asistencia.

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